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El festival A-Part; intensidades en un rincón de Francia amigo de Yucatán
septiembre 10, 2025

À Part quiere decir en otro lugar, y también significa separadamente. Pero también es el nombre de un singular y profundo festival, que con enorme gusto podríamos también denominar como un slow festival, el cual es todo lo contrario a las manifestaciones que convocan puntualmente a las personas para atender a eventos en un lugar y una fecha específica, concentrando a todos en un corto período de tiempo. Leïla Voight y su equipo de curadores nos invitan, a través de A-Part, a gozar de una experiencia única y emocionante en la que se pone en valor la región, su patrimonio, su gastronomía, su ecosistema de talentos y una sociedad que se siente ya, después de 16 años de recurrente convocatoria, sincera y agradablemente implicada. 

Los Alpilles (que se puede traducir como pequeños Alpes), el lugar donde se lleva a cabo el A-Part (que, escrito así, se vuelve el acrónimo de Alpilles-Provence art), es ese sitio apartado de los mundanales trayectos turísticos de los períodos estivales. Enmarcados en la región de Provenza, una zona bellísima del sur de Francia con pluralidad de paisajes, ofrece en este accidentado espacio vistas rocosas provocadas por esta cadena de bajas y escarpadas montañas, y suavizada por fértiles valles que se pierden hasta la región marina de la Camargue.

El A-Part se trata de un slow festival de arte, música, gastronomía, residencias artísticas, intervenciones improbables, exposiciones, conversatorios y vivencias singulares. Se extiende, este año, a lo largo de 60 días. Una manifestación que se mantiene al margen de la prisa líquida de hoy y que se extiende desde el 3 de julio hasta el 3 de septiembre. 

Tuve, este año, la gran dicha de haber sido invitado unos días por Leïla Godet Voight a la hermosa Côte Bleue. Un lugar donde baña un mar crespo y vivo acariciado por un mistral vociferante y con vistas extraordinarias que llevan hasta el puerto de Marsella. Un espacio en el que se adosan barrancos rocosos que anidan pequeñas playas que, sin rubor, se hacen personales y proclives a paseos y romances. Allí, mis anfitriones convocan a los artistas participantes de A-Part

Coincidí durante mi estancia con filósofos, artistas plásticos, músicos e intelectuales con quienes, en torno a mesas animosas, discutimos entre viandas, quesos, vinos y panes locales. Lo más simple, lo más rico: la vida. 

En ocasiones, por las noches, después de las actividades de cada cual, para preparar sus intervenciones en el festival, algún invitado empieza conciertos que se hacen íntimos y cómplices. Uno de estos lo disfruté con la guitarrista búlgara Julieta Veleva, en avant-première de su concierto para el festival.

En el festival, los participantes se despliegan en un abanico de actividades que parecen construirse en espontaneidad y expresan la profundidad y el sentido de esas ocho semanas en A-Part. En este tiempo, nos llevan a Les Baux-de-Provence, a Eygalières, Saint-Étienne du Grès y Tarascon. También visitamos el augusto y bien conservado Castillo del Rey René, en la ribera del Ródano, el cual revive con la cena anual de los amigos del festival que componen, poco a poco, una fratría llena de sorpresivas y agradables improbabilidades. 

El programa, rico de eventos de toda naturaleza, desde hace unos años incluye la intervención del silo en actividad de Saint-Étienne du Grès, que este año fue ofrecido al dibujante y muralista berlinés Marco Bollenbach, a quien captamos con una alegre sonrisa mientras avanzaba en su creatura: La mano de Goethe…

En el Museo de Arte e Historia de Tarascón, la extraordinaria artista Nathalie Talec (ver el Nº 40 de Escena) nos lleva a través de sus paisajes groenlandeses y sus personajes habitantes de mundos interiores, a visitar nuestra propia psique. Su obra conmueve y se expresa bien en la excelente curaduría de Leïla G. Voight, aplicada al edificio del Claustro de los Cordeleros.

Hay, en este lejano festival, una cercanía yucatanense que evoca meridanas coincidencias, a través de artistas invitados y, sobre todo, de la augusta, discreta y eficaz presencia de Diana Castillo Castro, la directora de la Fundación Centro Cultural la Cúpula en Mérida, mejor conocida como La Cúpula. Diana conoce a la perfección las obras adquiridas por Leïla G. Voight, y destaca como siempre su calidad de curadora general y su remarcable biculturalidad Meridana y franco Mediterránea. En su laboratorio nómada, Leïla y Diana urden cada día pertinentes referencias a momentos del festival a lo largo de muchas horas dedicadas al nuevo catálogo, que se revela hacia finales del festival, el 2 de septiembre. 

Un momento significativo del festival fue la cena en el castillo del Rey René, donde con modestia y pertinencia, con claridad y prestancia, la voz de Leïla G. Voight, nuestra anfitriona y directora artística del Festival A-Part, nos hizo cómplices suyos al darnos, a través de unas cuantas claves, una explicación del sentido del festival. Presenta también al autor del cartel promocional de este año, al vicealcalde de la ciudad, a algunos de los invitados, cofrades en su mayoría, y a los músicos latinoamericanos que con sus ritmos cadenciosos y sensuales convidaron para bailar a buena parte de la audiencia.

El festival A-Part, es uno que se ha instalado y ha hecho cultura en la región porque ha abierto surcos, ha sembrado ideas, ha labrado espíritus y, comienza ya a cosechar frutos y logros. El mayor de estos: su ineludibilidad en la vida cultural de la región.

Uno de los frutos buenos de A-Part, y que probé ya jugoso y maduro, es el ambiente de fraternidad, de reconocimiento y de alegría que hace que el festival se inscriba en las agendas de estos nómadas que alternan sus domicilios urbanos en París, en Mérida o en Tokio, por un tiempo de vientos que cultivan y esparcen fertilidades, de mares que cantan, de artistas que sienten y de amistades que perduran.

Con esta motivación, sostenemos ya con Leïla G. Voight un diálogo permanente para que, a partir de este año, la Fundación Centro Cultural la Cúpula, de Mérida y Paayt’aan estén vinculados para continuar motivando y sembrando en el alma peninsular de Yucatán actividades para conformar un espacio de entendimiento, comunicación, amistad y alegría entre las comunidades artísticas.

 

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