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Gyotaku y el eco del mar: la obra de Gustavo Quiroz como ritual de contemplación y encuentro
septiembre 12, 2025

En las obras pictóricas de Gustavo Quiroz, el arte se entrelaza con el salitre, la tinta y la vida misma. Su obra no nace del trazo impulsivo ni de la ficción; es la impresión directa de un cuerpo que existió, que nadó y respiró en el mar hasta encontrarse con la red, el arpón o la orilla. Quiroz, artista visual con 25 años de trayectoria en la pintura y el grabado, ha desarrollado en los últimos dos años y medio una serie de obras bajo la técnica japonesa del gyotaku, que se traduce literalmente como “impresión de peces”.

Este arte ancestral, practicado por pescadores japoneses desde hace más de 200 años, consiste en aplicar tinta sobre el cuerpo de un pez o molusco recién pescado, colocar sobre él un papel de arroz y obtener una huella exacta, irrepetible, de ese ser vivo. “Cada pieza es única”, afirma Quiroz, “no es sólo arte, es presencia y ausencia a la vez, es un homenaje a la vida que nos rodea y que muchas veces ignoramos”.

Arte desde el mar y para el mar

Lo que distingue a la propuesta de Quiroz dentro del gyotaku contemporáneo es su profundidad conceptual y la sensibilidad con la que aborda el vínculo entre el arte, la naturaleza y la comunidad. Ha establecido colaboraciones significativas con pescadores locales, como Gabriel, un cazador submarino yucateco con quien comparte no sólo ejemplares, sino una visión ética y respetuosa del mar. “No pescamos para imprimir y tirar”, explica, “todos los peces se consumen y por eso usamos tinta de calamar que es comestible, porque nos aseguramos de respetar las vedas”.

Esta conciencia también se refleja en sus obras: un tiburón nodriza impreso en papel arroz; un pulpo con un tentáculo regenerado, representado en el instante de su pérdida; o una barracuda encontrada por azar en la orilla, justo en el momento en que desovaba y moría. Cada impresión guarda una historia, una narrativa casi poética del encuentro entre lo humano y lo marino. “Esa barracuda me marcó”, confiesa Quiroz, “estaba dando vida al mismo tiempo que moría. Eso lo imprimí el mismo día, en mi taller, y me recordó el ciclo de la vida del que todos somos parte».

Entre caligrafía y contemplación

Además de rescatar la técnica tradicional del gyotaku, Quiroz le imprime un sello personal al incorporar elementos de la caligrafía japonesa, que aprendió años atrás. La tinta no sólo traza la forma del pez; sino que también despliega gestos, manchas y transparencias que evocan paisajes mentales y estados emocionales. “Lo que busco es que quien ve la obra tenga un momento de contemplación, que pueda reconocerse como parte de la vida en el planeta y que se detenga a respirar y mirar”.

Aunque su obra podría asociarse fácilmente con discursos ecológicos o activistas medioambientales, Quiroz prefiere hablar desde otro lugar: “Más que un discurso político, me interesa lo humano, lo espiritual. Me interesa crear conciencia en quien mira, no a través de una denuncia, sino de un encuentro íntimo con la huella de un ser que existió”.

Colaboración y memoria viva

Quiroz también ha abierto su obra a la colaboración con pescadores artesanales como Jesús, de Progreso, quien recolecta del mar objetos antiguos cubiertos de coral. En una exposición anterior, lo invitó a mostrar esas piezas en vitrinas del Museo del Olimpo.

A Jesús le encantó ver sus objetos en ese contexto, con su nombre en la ficha. Me interesa generar más espacios así, donde las voces y saberes de quienes habitan el mar también están presentes. Quiero que se escuche el mar, las aves, sus voces, porque no se trata sólo del pez que se imprime, sino de todo un ecosistema humano y natural que coexiste, expresó Gustavo Quiroz.

Lo que sigue: monstruos marinos y telas gigantes

Recientemente, Gabriel capturó un pargo de 55 kilos, una rareza que no se veía desde hacía diez años. Quiroz tuvo que imprimirlo en el piso de su estudio, sobre tela, porque no había papel lo suficientemente grande. Un reto técnico tan grande como la emoción estética, por lo que ahora planea crear una serie de obras de gran formato que expandan los límites de su práctica.

Si te interesa el arte contemporáneo con alma marina, no puedes perderte las exposiciones actuales de este artista visual. Aunque su muestra individual El Latido del Mar en La Galería estuvo disponible únicamente hasta el jueves 31 de julio, aún tienes oportunidad de ver dos de sus obras en la exposición colectiva del Museo de Historia Natural disponible hasta mediados de septiembre. Para conocer más del proceso y la colaboración con el pescador yucateco Gabriel, puedes seguirlos en Instagram: @gustavoquirozart y @grpexploration.

 

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