Una infancia de muchas culturas
Abraham Guerrero es gestor cultural independiente e investigador de patrimonio. Comunicólogo e historiador de formación, con maestría en la Universidad de Nottingham en el Reino Unido sobre globalización, identidad y tecnologías, Abraham nació en la Ciudad de México, pero estuvo siempre en contacto con diversas culturas, pues su padre es de la Costa Chica de Guerrero y su madre de Chiapas.
“Desde chico tuve mucho contacto con las dos culturas; del lado de mi papá con la cultura de la Costa Chica, de raza negra; y del lado de mi mamá, con la cultura maya y zoque de Tuxtla Gutiérrez. En mi infancia siempre navegué entre estas culturas y tradiciones, desde visitar ríos hasta ordeñar vacas o montar a caballo, cosas muy distintas a las que realizaban mis compañeros de la Ciudad de México”.
Dirección del Museo Palacio Cantón
“Mérida es una ciudad que me ha encantado desde las primeras veces que venía cuando era niño. Y es que de muy chico hice varios viajes con mis papás desde la Ciudad de México en auto, y una de las paradas más deseadas era Mérida, porque me encantaban los helados, la comida y pasear por aquí”.
Abraham nos cuenta cómo llegó a Mérida con el apoyo de la directora anterior, la maestra Blanca M. González Rodríguez, y con gran emoción de su esposa, que se encontraba en ese entonces embarazada.
“Me tocó una época complicada en el Palacio Cantón, porque fue justo en la época de la construcción del Gran Museo del Mundo Maya y tuvimos que aprender a gestionar los intereses del Gobierno del Estado, pero también preservar las colecciones del INAH. Fueron años bastante desgastantes, y conté con el gran apoyo de don Roberto Abraham y Luis Alberto Rivas que, junto con Blanca González, me ayudaron en esta etapa”.
Entre las principales dificultades, nos comenta, estuvo el hecho de que parte de las colecciones principales se fueron al Gran Museo del Mundo Maya; otras colecciones se lograron conservar, en distintos museos del INAH, pero “…el gran problema fue que el Museo Regional de Antropología quedó sin una vocación clara; recuerdo haber hecho una propuesta de que se quedara como museo de historia de Yucatán, porque hace falta un espacio para presentar al público toda esta parte —desde 1821 a 1923, con la República de Yucatán, la Guerra de Castas, la Revolución Mexicana, la etapa del henequén, las grandes migraciones de portugueses, de libaneses… fue un momento histórico muy rico y complejo—, pero finalmente no se logró, y creo que ahí se perdió una oportunidad interesante”.
“Me tocó una época complicada en el Palacio Cantón, porque fue justo en la época de la construcción del Gran Museo del Mundo Maya y tuvimos que aprender a gestionar los intereses del Gobierno del Estado, pero también preservar las colecciones del INAH…”
Búsqueda constante por innovar
Abraham es director de patrimonio de lo que era el Instituto de Historia y de Museos de Yucatán, hoy Dirección General de Museos y Patrimonio de la SEDECULTA. “Me tocó un poco rehacer esta dirección, porque antes era una jefatura con algunos proyectos, pero nosotros le dimos una estructura diferente, con un equipo interesante integrado por arqueólogos, lingüistas maya hablantes, historiadores, arquitectos, gestores interculturales, etc., con el propósito de ampliar la visión del patrimonio, y darle más fuerza a la parte del patrimonio cultural intangible y a las nuevas tecnologías, porque considero que el futuro de la toma de decisiones está en la capacidad de generar información… y el auge de la inteligencia artificial este último año nos dio la razón”.
Abraham a lo largo de toda su trayectoria ha buscado siempre innovar. Desde su paso por el Museo del Carmen —donde junto con el especialista en historia de fotografía, Carlos Córdoba, intentó instaurar un proyecto sobre un Museo de la Fotografía—, hasta la generación de herramientas digitales que, desde la dirección de patrimonio de la SEDECULTA, permitieran recabar información en la toma de decisiones y generar conexiones con otros actores culturales. “Con estas herramientas le apostamos mucho a la participación social y comunitaria, para que la investigación no quede sólo en manos de los especialistas, sino que se genere conocimiento a partir de las comunidades”.
Como parte de sus acciones en la dirección de patrimonio, Abraham también apostó por los museos comunitarios, y por el uso de nuevas tecnologías aplicadas a la lengua maya. “Hicimos un proyecto en coordinación la SEDECULTA, la UADY, y el Centro Geo, con financiamiento de la Fundación Kellogg, que considero será clave para preservar la lengua maya en el futuro, pues permite tener una estrategia sistematizada para tener bases de datos que permitan programar información en buscadores, traductores, etc.”. El proyecto está en fase de prueba y se espera sea abierto al público próximamente.
El patrimonio: el alter ego de la memoria
Actualmente, Abraham se concentra en generar consultoría en temas de patrimonio, de zonas de monumentos históricos, así como en un futuro podcast sobre patrimonio.
“Hace falta tener un medio en el que se discuta qué es realmente el patrimonio. Para mí, el patrimonio es el alter ego de la memoria, porque la historia es la visión científica de lo que sucede —tienes contraste de fuentes—, pero la memoria no, la memoria es muy moldeable, es muy selectiva. La memoria puede pasar por temas políticos, mediáticos o de modas y, al final, lo mismo sucede con el patrimonio. ¿Por qué le damos ahora cierto peso a un monumento sobre otro? El patrimonio es frágil, es un espacio de confrontación, pero también puede ser un espacio de confluencia, que realmente transforme a la comunidad y sea un catalizador social”.
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