El Teatro Peón Contreras / Una sinfónica de temporada
El Teatro Peón Conteras es la catedral de la cultura de Yucatán. Pero, si bien este histórico recinto ha albergado toda clase de eventos culturales durante muchos años, su propiedad estuvo en manos de particulares, y sus actividades estaban sujetas a los designios que los diferentes propietarios tomaran sobre su uso y dependían de la demanda del público sobre determinados espectáculos o de los requerimientos del gobierno en turno para organizar en su sala actos políticos, desde luego, pagando por ello una renta. Si bien, nuestro teatro existe desde 1808, es hasta 1979 que pasa realmente a ser propiedad del pueblo yucateco, y es puesto a su servicio en diciembre de 1981, hace cuarenta y un años. Esto es realmente un logro que debemos celebrar, y congratularnos, pues este histórico recinto estuvo en un real y serio peligro de ser destruido y perderse para siempre, en detrimento de la vida cultural de Yucatán.
Antecedentes del teatro
La historia de este teatro nos viene de muy antiguo, se construye en 1806, y entonces fue un edificio de madera y techos de huano, a cuyo interior se colaban los olores de fritangas provenientes de pequeños negocios de comida que se establecieron al calor de su vida activa. Así lo consigna el Lic. Gonzalo Cámara Zavala en su insustituible obra: Historia del Teatro Peón Contreras. Al paso del tiempo, se construye un edificio de mampostería para albergar al entonces Teatro de San Carlos, que no ocupaba la misma extensión que ahora tiene nuestro teatro. La propiedad pasa por varias manos, hasta que, en 1877, adquiere su propiedad el Sr. Antonio Bolio Guzmán y le cambia el nombre, se llamó entonces: Teatro Bolio. Al año siguiente, lo adquiere Don Francisco Zavala y le da un giro muy importante. A sugerencia de los periódicos Semanario Yucateco y Revista de Mérida, el 27 de diciembre de 1978, le impone el nombre del gran poeta y dramaturgo Dr. José Peón Contreras, quien había sido aclamado nacionalmente como: “El restaurador del teatro en la patria de Alarcón y Gorostiza”. La administración del Sr. Zavala le da un importante impulso al recinto teatral; desafortunadamente, Don Francisco fallece bastante joven, y su viuda, Doña Adelaida Castillo Cámara, hace una heroica labor para sostener el teatro.
La construcción del nuevo edificio
En 1899, se integra la Empresa Teatral de Mérida que adquiere de Doña Adelaida la propiedad del teatro, quienes luego la ceden a la sociedad Regil y Portuondo. En esta empresa, figura como socio activo el magnate azucarero cubano Aurelio Portuondo, quien se había establecido en Mérida, y trajo, para hacer varias construcciones, al arquitecto italiano Enrico Deserti, que hace equipo con los también italianos Alonso Cardone, Pío Pialentini y Nicolás Allegretti ―este último, pintor―. El grupo de italianos deja amplia e importante obra arquitectónica en Yucatán, pues a ellos se deben obras como Villa Beatriz, en Paseo Montejo, (popularmente conocida como la Quinta Montes Molina); la casa principal y la capilla de la hacienda Tekit de Regil y, desde luego, el edificio nuevo del Teatro José Peón Contreras.
Ya la Empresa Teatral de Mérida había decidido la demolición del antiguo edificio, así como la adquisición de los predios contiguos para hacer un nuevo edificio más amplio y funcional; sin embargo, la empresa se declara en quiebra y es la sociedad Regil y Portuondo la que lleva a cabo la construcción del nuevo teatro hasta su final. El nuevo edificio se puede ubicar en el estilo denominado ecléctico, aunque en él predomina el estilo neoclásico. El elemento más espectacular es la majestuosa cúpula, con la pintura al fresco de Nicolás Allegretti, que es una alegoría de las artes. Es también soberbia la espléndida escalinata de mármol que da acceso a la sala. También son de mucha importancia el foyer¹ y los corredores de la planta alta que tienen capacidad para reuniones con numerosa asistencia.
En 1974, la sala es clausurada, supuestamente por su mal estado, que representaba un peligro para los usuarios; pero esto, realmente obedecía a un plan malévolo del propietario, quien abrigaba el proyecto de demoler el teatro y edificar ahí un complejo turístico, con un hotel incluido. Desde ese entonces, la Liga de Acción Social, benemérita agrupación de la sociedad civil y una de las más antiguas de México, se lanza en una campaña permanente para exigir el rescate del Teatro Peón Contreras. Afortunadamente la voz de la Liga contó con el férreo respaldo del INAH, quien impidió la consumación del crimen arquitectónico y prohibió, desde luego, su demolición. El 6 de enero de 1976, a la sesión solemne de la Liga de Acción Social, con motivo de la fundación de nuestra ciudad, se presentó un funcionario del gobierno del estado ―de cuyo nombre no quiero acordarme por respeto a su familia―, solicitó el uso de la palabra y lo hizo para engañarnos. Nos dijo que, el Teatro Peón Contreras estaba dañado en su estructura, que lo habían checado expertos del INAH y Bellas Artes de México, y que no había remedio, que se iba a caer; así, solicitó a la Liga de Acción Social que cejara en su defensa, ya que esta era ya inútil. Aquello causó un gran desasosiego entre la directiva de la Liga, pero pocos años después, esta historia da un giro que se antoja increíble. El gobernador del estado, Dr. Francisco Luna Kan, necesitó hacer una diligencia a Oxkutzcab, y para ello, un helicóptero recogió al funcionario en el techo del Palacio de Gobierno. Al elevarse, el autogiro pasó sobre el techo del Peón Contreras y el gobernador vio la azotea totalmente inundada.
A su regreso de Oxkutzcab, el gobernador ordenó a una persona de su confianza “colar” a alguien al teatro y subir a la azotea. El informe de la diligencia fue contundente: Todos los caños y desagües estaban herméticamente taponados y tres mangueras desparramaban agua sin parar sobre el techo; la intención era muy clara: dañar la estructura para que se cayera. El gobernador envió a un funcionario de su confianza a tratar de que el propietario le vendiera al gobierno del estado el inmueble, el propietario se negó rotundamente y tuvo una expresión ofensiva para el gobernador. Entonces se toma una de las decisiones más trascendentes para la cultura en Yucatán, el Ejecutivo del Estado, emitió un decreto expropiando por causa de utilidad pública el Teatro Peón Contreras. El dictamen estuvo tan bien fundamentado que no hubo manera de combatirlo y el recinto más importante de la cultura yucateca pasó a ser propiedad del pueblo yucateco, como lo es hasta la fecha. Pero la acción del gobernador no paró ahí, buscó el apoyo de la presidencia de la República, y con el concurso del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, se llevó a cabo la restauración total del teatro, que fue reinaugurado en diciembre de 1981, hace exactamente cuarenta y un años y es desde entonces la catedral de la cultura de Yucatán.
Una sinfónica de temporada
En 1982, se lleva a cabo una temporada de seis conciertos de una orquesta sinfónica creada exprofeso para este evento. Se creó con el objeto de ser una orquesta de temporada y así fue. La mencionada sinfónica fue de una calidad excepcional. Su director fue el Mtro. Antonio Cabrero, director de reconocido prestigio internacional. El violín concertino, lo fue el gran violinista yucateco Daniel Burgos Zamada, quien había sido violín concertino de la Sinfónica del Bajío. La sección de violonchelos la encabezó el extraordinario músico Adolfo Odnosopov, conocido mundialmente como “El poeta del chelo”. Se contó como arpista con la rumana Dorella Majuresku, discípula de Nicanor Zabaleta, el mejor arpista del mundo. Entre los yucatecos que se integraron a esta orquesta extraordinaria estuvieron: Valdemar Gómez y Juan Campos Casares, violinistas; Noemí Concha Burgos, violonchelista; Saúl Martínez, flautista y Ciro Souza, contrabajista. Actuaron como concertistas: Trinidad Sanchis, pianista; Dorella Majuresku, arpista; Carlos Marrufo Gurrutia, violinista; Jorge Noli, pianista y Conchita de Antuñano, mezzosoprano. Hubo obras que, por primera vez fueron interpretadas en Mérida, como el “Huapango” de José Pablo Moncayo, el “Concierto para Arpa n.° 3” de Georg Friedrich Haendel, “La Sinfonía India” de Carlos Chávez, la Sinfonía “Desde el Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak, y “Los Sones del Mariachi” de Don Blas Galindo, que estuvo presente en el concierto y recibió tremenda ovación del público.
La sinfónica de temporada del Dr. Francisco Luna Kan cumplió plenamente el objetivo para el que fue creada y dejó profunda huella en la cultura de Yucatán.
«Con el concurso del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, se llevó a cabo la restauración total del teatro, que fue reinaugurado en diciembre de 1981, hace exactamente cuarenta y un años y es desde entonces la catedral de la cultura de Yucatán».
¹ Vestíbulo