David Serrano es un artista nacido en Mexicali, Baja California y radicado en Mérida desde hace ocho años. Se dedica al 100% a la pintura desde hace 20 años, pero empezó a pintar desde que tenía nueve años de edad.
Ha expuesto sus obras en Estados Unidos, Europa y México. Desde 2017 ha presentado cinco exposiciones en el Centro Cultural la Cúpula.
Una calurosa tarde de mayo, David me invitó a su espacio para compartir con los lectores de la revista Escena su inspiración, sus procesos y su particular manera de ver el arte y el mundo.
¿Qué te inspiró a empezar a pintar?
La observación de los colores y las formas y el deseo de capturarlos en papel o en tela. En un lugar tan caluroso como lo es Mexicali, pintar me permitía tener una actividad dentro de la casa y escapar del calor. La primera obra que hice fue un cuadro para regalar a una tía.
¿Supiste desde el inicio que tenías talento?
El talento es relativo. No es necesariamente lo que se persigue. Lo que yo perseguía era recordar algo y plasmarlo en el color, como yo lo recordaba. Por supuesto, los colores varían en función de la cantidad de luz que hay en un lugar o en otro. En Mexicali los colores son superlativos. La pintura es como la música, requiere de práctica, práctica y más práctica. Lo que la cabeza desea hacer, se lo tiene que comunicar a las manos.
¿Tuviste una etapa en blanco y negro o desde el inicio trabajaste con el color?
Siempre con color. Cuando era pequeño me llamaban la atención las tiras cómicas, sus pixeles en color, los cuales copiaba y creaba mis propias historias. Yo no soy pintor, soy colorista. El pintor tiene la habilidad de plasmar la imagen de una manera realista o buscando la perfección de la imagen. Yo busco la perfección del color, que el color sea lo primero que el espectador vea, antes de ver la imagen.
Cuando abro un tubo de pintura, experimento los diferentes colores, los siento.
De niño en una ocasión fui a una iglesia vestido de blanco, y llamaron mi atención las imágenes de los vitrales de colores reflejados en mi ropa. Yo caminaba buscando las formas de colores de los reflejos de esos vitrales. En ese momento estaba haciendo composiciones de color con la luz. Así, mis primeros cuadros estaban fragmentados con negro como si fueran ventanas emplomadas. Ahí sí usaba el color negro, ahora hago una especie de contrato tácito en el que no uso el color negro, más que para sombrear otro color.
Sin embargo, en 2021 presentaste una exposición de dibujos en blanco y negro
Los dibujos en blanco y negro son como mis apuntes para recordar las imágenes, ya que para mí el color está más presente que la imagen, por lo que me es más fácil recordarlo. Si veo una foto, los detalles de las personas que están en ella tal vez no los recuerde fácilmente, pero los colores, esos no se me olvidan.
¿Tus obras llevan un mensaje?
No, yo no doy mensajes, hago historias. Lo que le provoca una imagen al espectador, no está bajo mi control. No es algo que yo persiga. Yo pongo la imagen y cuento mi historia. Si el espectador ve otra cosa en esa imagen, es responsabilidad suya, no mía. Personalmente, he tenido muy pocas oportunidades de que un artista me explique a mí lo que estaba pensando cuando hizo una obra. En cambio, en la mayoría de las exposiciones que he tenido en el Centro Cultural la Cúpula, he tenido la oportunidad de platicar con las personas. Yo les platico historias, pero no revelo el nacimiento de mis personajes, ni lo que estaba pensando cuando los creé. Para efectos de la historia, todos los personajes son actores, y están contando la historia que yo quiero contar. Sin embargo, si el espectador ve el cuadro sin estar el artista presente, y el espectador se hace su propia historia, esa es la válida.
En tu obra se aprecia la influencia de las surrealistas Remedios Varo, Leonora Carrington y Sofia Bassi. ¿Cómo se dio esta inspiración?
Mi abuela compraba la revista Siempre! La mayoría de sus artículos eran en sepia, pero tenían un inserto blanco con color, ahí había artistas entrevistados. Estas dos artistas eran mujeres con una historia sumamente interesante. Así fue como llamaron mi atención.
La mayoría de los surrealistas que llaman mi atención pintan en un formato horizontal. Así, las imágenes me recuerdan a una película, y las historias que cuento en mis exposiciones tienen esa connotación también. Cuando el público va caminando, va siguiendo la historia: el personaje está en los diferentes cuadros y cuando el espectador va moviéndose y pasando de cuadro a cuadro está moviéndose en la historia, como si fuera una sola imagen que va transformándose. En mi cabeza, todos mis cuadros tienen movimiento, así es como los sueño.
¿Te enfocas en el resultado que deseas?
Busco un resultado que me satisfaga. Porque lo que deseo es que todos mis cuadros tengan movimiento. No que sigan al espectador solamente con la mirada, sino que lo sigan verdaderamente a donde camina. Que sean dibujos animados, incluso me encantaría hacer cine. Yo sueño mis cuadros terminados y con movimiento. Mi cerebro es ambicioso y perverso, mi mano está más limitada. Sueño cosas violentas, en las que mis personajes son buenos y son malos, como un ser humano. Tienen una violencia tremenda porque están atrapados. Casi como si estuvieran enterrados vivos. Los imagino moviéndose, pero no pueden hacerlo, y eso crea una violencia tremenda. Hay una especie de respiro cuando alguien compra un cuadro, porque al llevárselo a un lugar alejado de mí, puedo volver a imaginarlo con movimiento.
¿Qué significa para ti que las obras encuentren un nuevo hogar?
Las ventas en una exposición provocan una sensación de bienestar, y este bienestar se va reflejando en las exposiciones siguientes. Es exactamente como una cosecha. Siempre he dicho que mi cuadro favorito es el que alguien compró, ya que alguien escuchó su mensaje. Ahora me puedo dar el lujo de decir que no pinto para vender, pero cuando vendo es cuando tengo éxito.
¿Tienes en particular una serie que te haya parecido más complicada, con un nivel de dificultad más elevado?
No. Sin embargo, en la primera serie que realicé en Mérida, después de hacer los dibujos de las obras y haber pintado solamente dos cuadros, la curadora y fundadora del Centro Cultural la Cúpula, Leïla Voight, me ofreció una exposición. Al intentar pintar el tercer cuadro, tuve un bloqueo que duró un mes completo y que me hizo incluso pensar que debía declinar la exposición. Cuando decidí dejar el tercer cuadro y seguir con el cuarto, desapareció el bloqueo. Al finalizar todos los otros cuadros de la exposición, pude pintar el tercer cuadro.
Desde entonces, no tomo por sentada ninguna producción.
Las exposiciones y obras de David Serrano pueden consultarse en el siguiente vínculo:
lacupulamerida.org/david-serrano/
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