Javier Marín, artista plástico y escultor
Soy un artista plástico con más de cuarenta años de vida artística y de vivir de mi trabajo. Nací en Michoacán, hijo de padre artista. Soy de esas personas que siempre supieron qué querían hacer en la vida. Desde que tengo uso de razón recuerdo estar siempre dibujando, modelando plastilina, etc. Me considero muy afortunado por no haber tenido nunca una crisis de vocación y porque a lo largo de toda mi vida artística nunca he tenido momentos verdaderamente duros en cuanto al arte, pero sobre todo, me considero afortunado por estar haciendo lo que me gusta hacer.
Como artista, desde el principio he trabajado alrededor de la figura humana como contenedor de la persona o ser humano. A través de ella podemos cuestionarnos en muchos sentidos, ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos aquí? Todas mis reflexiones como ser humano las comparto a través de mi obra y tienen que ver con entender quién soy, mis inquietudes, mis dudas, mis cuestionamientos.
Me he dedicado también a emprender proyectos de tipo social, porque creo que la obra del artista no se limita nada más a lo que producimos en el taller, sino también a la persona detrás del artista, con otro tipo de sensibilidades.
La otra sensibilidad del artista: la Fundación Javier Marín
Siempre me ha tocado mucho el tema social, desde muy joven apoyé iniciativas de otras fundaciones, en causas sociales diversas, como el de madres solteras, niños con parálisis cerebral, cáncer, etc. Después de un tiempo, decidí focalizar todo el apoyo que destinaba a una causa en la que yo me sintiera cómodo como artista, así surgió la Fundación Javier Marín, donde puedo escoger mis propias batallas y apoyar artistas emergentes en su proceso de profesionalización, para que puedan dar el salto y vivir de su trabajo.
Hoy, la Fundación Javier Marín está próxima a cumplir 10 años de trabajo, buscando hacer cosas que cambien la realidad de personas u organizaciones. Estoy convencido de que el arte puede cambiar la historia, ser más sensibles nos hace más humanos y, por lo tanto, más atentos con lo que sucede con la gente que está a nuestro alrededor.
Fábrica San Pedro en Michoacán: desde el trabajo artístico podemos reconstruir el tejido social
La Fundación Marín opera completamente a través de donativos y estamos muy contentos porque recientemente apareció un desafío todavía más grande, a través de un espacio en Michoacán llamado “Fábrica San Pedro”, donde a través de la Fundación Javier Marín estamos levantando un centro cultural.
Es un proyecto muy ambicioso, que ocupa más de 8 mil metros de lo que antes era una fábrica textil, para transformarlo en un edificio que beneficie a toda la ciudad, que logramos sea operado por la Fundación Javier Marín siguiendo tres líneas de trabajo: arte contemporáneo, diseño y cultura alimentaria. A través de estas acciones buscamos reconstruir el tejido social, pues Michoacán ha sido muy golpeado por el tema de la violencia, donde la gente abandona los lugares por miedo. Se trata de cambiarle la cara a la zona, lograr que la gente regrese y reactivar temas abandonados por culpa de la violencia. Desde el trabajo artístico, desde el trabajo cultural, podemos reconstruir y cambiar la realidad.
Combatir pobreza con arte: el barrio de Sac Chich en Yucatán
Otra de las labores actuales de la Fundación Javier Marín, es el acompañamiento al taller comunitario “Barrio de Sac Chich”, en una pequeña comunidad de Yucatán. Esto surgió al darme cuenta de que en Yucatán existen comunidades muy chiquitas, que son más bien vestigios de lo que antes fueron las haciendas, y que por su tamaño no son atendidas. Por ello decidimos trabajar con ellos desde lo que sabemos hacer, el arte. A diferencia de Michoacán, aquí la principal problemática no es la violencia, pero sí el abandono y la pobreza.
Hicimos una residencia con artistas que se especializan o tienen una obra vinculada al trabajo social y de ahí surgió un “plan de talleres”, que comenzamos a trabajar en esta comunidad de San Antonio Sac Chich. Ahí trabajamos con talleres comunitarios, como el taller de barro, donde la gente aprende a hacer cerámica, pero que también tiene todo el acompañamiento para el tema administrativo, de comercialización, etc., y así les resulte también como una fuente de ingresos económicos.
Plantel Matilde
Plantel Matilde es mi taller de trabajo de escultura monumental. Considero que tenía una asignatura pendiente con la arquitectura, pues desde que era niño, además de dibujar, también hacía maquetas y casas, pues mi papá además de ser artista era arquitecto. No me había probado todavía como arquitecto, y por ello decidí diseñar mi espacio y crear mi estudio. Así surge Plantel Matilde, que también está próximo a cumplir 10 años.
Se trata de un espacio que ha tomado relevancia a nivel arquitectónico. Creo que resulta interesante que alguien que no es arquitecto ―en este caso un artista plástico, un escultor―, proyecte una obra arquitectónica, con elementos muy presentes, como el concreto y el agua. Ahora tenemos muchas visitas de gente que viene a Yucatán procedente de todo el mundo y que quiere conocer Plantel Matilde, donde se pueden observar esculturas monumentales que se quedaron instaladas en el espacio, y son los gigantes que habitan el edificio. Esto le da un ambiente único, con cierta magia, al ser un edificio en medio de la selva.
Plantel Matilde ante todo es mi casa artística, donde voy a trabajar, más que con las manos, con la cabeza y está abierto a quién le interese contactarme para visitarlo.
Todos podemos aportar
No es necesario quitarse la camisa, todos podemos aportar un poquito de lo que nos sobra, y si eso lo canalizamos bien y lo aportamos a alguien que lo necesita vamos a cambiar, a nivel personal, pero también como sociedad. Hay que ayudar y ser sensibles a los problemas de la gente que a lo mejor no es tan afortunada como nosotros.
Un artista con mucha sensibilidad que también tiene una amplia labor social, su Fundación Javier Marín cumple 10 años de transformar la realidad de las personas mediante el arte.