A la memoria de mi amigo, Álex Pulido Cayón
Soy un yucateco modelo clásico ochentero (así solía calificarme, casi siempre, Álex) y, por lo tanto, usar el anglicismo mi “brother” para referirme a uno de los amigos más queridos o de aquellos que forman parte sustancial en mi vida es parte de un término coloquial muy especial, muy fraternal de mi generación y de estos lares citadinos de Yucatán.
Arrimándome a una reflexión popular que señala que “los verdaderos amigos son la familia que uno escoge” (y, pues, nada menos que Alejandro Pulido Cayón y un servidor tuvimos muchas razones, muchas vivencias, muchas coincidencias, muchos sueños, trabajos, proyectos, luchas, esperanzas, desesperanzas, anhelos, rabias, disfrutes, locuras, aciertos, etcétera) puedo asegurar que, en él, la vida me premió con un verdadero amigo, con un legítimo carnal que provoca que, desde ayer, mi alma y mi corazón estén llorando, pues mi brother, mi Álex, pasó a los terrenos de la eternidad, a ese sitio donde todxs, sin excepción llegaremos para, quizás, ser recordados por la extensión que hayamos sido capaces de dejar en este mundo.
Nos conocimos desde 1994 en un café del hotel El Conquistador para entrelazar nuestros pareceres en las letras y la cultura, ambos coincidiendo —en esos años— con el poeta yucateco Jacobo Niebla (Guillermo Barrera), para ir preparando un acontecimiento que, finalmente, logramos, la presentación pública de Álex Pulido, Jacobo Niebla (Guillermo Barrera) y Efraín Inurreta como jóvenes poetas del terruño bajo mi responsabilidad, en la Casa de la Cultura del Mayab. A partir de ese entonces, mi Álex y yo, fuimos entretejiendo una amistad, una hermandad, que perduraría hasta la eternidad; emprendimos, juntos, trabajos políticos y otros institucionales en el servicio público, siempre adosados por la genialidad analítica que lo caracterizaba, persistentemente bordando todos los sueños posibles de temas como la justicia social, la equidad social, la inclusión, el humanismo, la promoción cultural, el desarrollo artístico y muchos otros tópicos que nos hicieron acercar más nuestras conciencias y nuestras emociones. La última incursión ha sido trabajar como compañeros y creativos en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, desde 2016 hasta nuestros días, en la UADY, en donde Álex Pulido desbordó su agudeza de intelectual (legítimo, no de poses, como hay muchos) y vocacional con la comunicación y las letras, siendo el creador, promotor y gestor del Encuentro de Periodismo Cultural de esa feria y, sobre todo, del Premio Nacional en estos trabajos. También, tuve la fortuna de que hayamos sido mancuerna y coautores del Manual de Organización de la FILEY (2018), por encargo especial del rector de la UADY.
En este breve repaso de nuestras tareas compartidas, me parece estar viendo a ese extraordinario e inquieto joven hasta el hombre maduro de nuestros días, que lo mismo era capaz de hacer los mejores textos y narrativas, hasta los más increíbles diseños gráficos, o bien, los análisis más acuciosos para proponer proyectos de industrias culturales, obras de performance, sistemas de información y bases de datos para tener soportes sociales de nuestras propuestas y sueños, ante quien fuera necesario. Y, si había una característica indefectible en mi brother Pulido, era que, invariablemente, había siempre en él, conocimientos, estudios de referencias e investigación para todo tipo de trabajo, buscando la excelencia y demostrando esa sensibilidad ética que las buenas “locuras” deben tener.
Apenas hace unos días —para variar y no perder la costumbre— en nuestras constantes comunicaciones por WhatsApp, me convocó a compartir la construcción de un proyecto de realidad aumentada para la FILEY, diciéndome… “Apenas me reponga, lo quiero sacar adelante, y ahí tú me puedes ser de gran ayuda en la investigación… hacemos buen equipo”.
La última gran lucha de mi brother, de mi Álex, fue por su salud; una vez más, pero en circunstancias diferentes a la cultura o al desarrollo social, fui testigo de su vocación de guerrero, inspirada en su amor por su familia (por su esposa, por su hija, por su madre), en su pasión por la vida, para enfrentar —durante casi todo este último año— toda clase de batallas clínicas, con una fe y una reciedumbre tan digna, como la que sólo los seres humanos justos y verdaderos, como mi brother, Álex Pulido, suelen tener.
Hoy, como parte de mi cotidianidad laboral, subí los 63 peldaños de las escaleras de los tres pisos del Centro Cultural Universitario de la UADY (mismos que también subió mi Álex todos estos últimos años, pues aquí están nuestras oficinas) y no pude voltear a ver al espacio de trabajo de mi brother, no pude dejar de quebrarme al pensar en la figura de uno de mis mejores amigos, de uno de esos camaradas que se cuentan con los dedos de una mano (y sobran dedos). Confieso que sentí muchas ganas de verlo, fundirme en un abrazo y compartir con él los sueños que aún quedan en el tintero; sin embargo, reflexioné que, subiendo “Las escaleras al cielo” (como esas que tanto nos gustaba compartir también, de Led Zeppelin) habrá oportunidad de hacerlo y compartir mucho más… Hasta siempre, mi brother, mi Álex.
Tu carnal, Pepete
Mérida, Yucatán a 5 de junio de 2023.
José Enrique Avilés.